viernes, 17 de febrero de 2012

La Flor de la Roca. ¿TE ATREVES?

En este, nuestro oficio, se requiere de una buena dosis de esfuerzo físico, de habilidad  y de estar dispuesto a aprender día a día. Y en esto estará de acuerdo conmigo cualquier marmolista, y lo estará aún más con la afirmación de que además, y por encima de todo  y ante todo, se requiere sentir PASIÓN POR LA PIEDRA.
Quién no lo sienta así podrá decir que trabaja como marmolista, pero nunca podrá decir que es marmolista.


Sobre esta reflexión me viene a la cabeza un texto, La Flor de la Roca, el cual tenemos enmarcado (como no… en mármol) en la entrada de nuestro taller, junto al expositor de muestras.  Dicho texto es algo “farragoso” y resulta cómico las caras que muchos de nuestros clientes ponen al acercarse a leerlo. No me cabe duda que algunos no llegan a terminar dicho texto, otros sí lo hacen y ponen cara de… ¿qué? ¿cómo?, y unos pocos se sonríen y te dicen: ¡Que bonito!.


A estos últimos uno les responde con una sonrisa, y por dentro piensa: sí, es bonito. Y es una suerte poder trabajar para un cliente que realmente va a apreciar la esencia de la piedra. 




Como les he comentado el texto es algo “farragoso”, aún así… ¿TE ATREVES?:


La Flor de la Roca
Una vieja superstición cristiana sostiene que no hay que dar patadas  a las piedras porque cada una contiene un ánima del purgatorio.
Esta concepción animista de la piedra tiene un origen antiquísimo del que encontramos referencias concretas en la mitología griega con la creencia de que las piedras no son masas inertes, sino que desprenden un hálito humano - apenas perceptible para los espíritus ínfimos -; que al igual que el hombre, la piedra cae o proviene del cielo para retomar el camino del perfeccionamiento de su pureza. En tanto piedra, el mármol es el paradigma de sus atributos; su vitalidad se pone de manifiesto en sus orígenes metamórficos y en su destino pluriforme, por la ilimitada variación de hermosas aplicaciones. Por su exuberante belleza y variedad cromática, merece ser llamado la flor de la roca, cuyo singular atractivo y oculto mensaje se engendra en las entrañas materiales de la tierra. Tal vez los antiguos romanos lo llamaron “Specularis Lapidis” (Plinio) porque, desde tiempos inmemoriales, el mármol ha sido el espejo imperecedero en el que se ha visto fielmente reflejado el talento, la creatividad y la habilidad artesanal y artística de todos aquellos que, consciente de sus posibilidades de trascender, han depositado una parte de su propia esencia en la gran obra colectiva de la humanidad. La unión de su esencia femenina es piedra con su potencia masculina, su nombre, mármol, refuerza y pone de manifiesto el carácter andrógino, de suma perfección, de esta piedra ornamental y sagrada por excelencia.


Aprovecho para agradecerles a los clientes de MÁRMOLES FERNÁNDEZ que con su sensibilidad contribuyen a que el mármol siga siendo una piedra ornamental y este un hermoso oficio artesanal.

No hay comentarios:

Publicar un comentario